martes, 17 de octubre de 2006

Los del Jaral



Crónica verosímil de un acontecimiento histórico construida con imaginación no tan desamparada de la verdad

De mi mayor aprecio y consideración, distinguido señor conde:

Nada me place más que daros respuesta de vuestras cartas, que de Abril a Abril, con mensajes de aliento y prosperidad queréis hacerme llegar como obsequioso testimonio de vuestra ya vieja amistad con la que habéis querido distinguirme.

No puedo sino lamentar, como no podía ser de otra manera, a fe mía, la desgraciada suerte de las tropas del rey, nuestro Señor, batidas en franca derrota frente al enemigo invasor, que, como nunca, se ha mostrado fiero y despojado de toda piedad. Las noticias de la caída de Madrid llegaron precedidas de pronósticos agoreros de mala fortuna; y cómo habrá sido aquélla que cuando se tuvo noticia en firme de los hechos, palidecieron las notas vaticinosas y malhadadas de la plebe que en esta parte del país suele ser a la par que supersticiosa de mucha pobreza en asuntos foráneos, pero de un coraje a toda prueba cuando al terruño atañe como a continuación me apresuro imponeros a Vd.

Poco después de los hechos de armas, tan desiguales y que enlutan a nuestra querida España, victoriosa hueste de soldados en aventada francachela y grande vicio, llegó a esta aldehuela de Jaén donde, como bien sabe Vd., nada puede ser peor para el pacífico aldeano -que masculla torvo su encono por la invasión- que le frustren un domingo de corrida. El encierro, como pocos domingos había sido el pasado día de ayer, de los buenos; seis hermosos toros del Jaral esperaban oteando al viento su salida al coso desde los chiqueros donde se apiñaban. Es conocido aquello "del buen ganado el de los hierros de D. Vicente Gómez", pues de su dehesa más de un toro ha hecho historia en los ruedos nacionales. Pese a los bandos de prohibición de toda reunión, la plaza estaba de tope a tope. El cartel atractivo en extremo anunciaba nada menos que a El Navarro, en un mano a mano con Chiclano II. La grita y fanfarria de los asistentes, tan magnánimos al procurarlos, como avaros en prodigar aplauso, atronaban ya los aires en abierta protesta por el retraso.

Las tres y tres cuartos de hora había doblado la mayor de Santa Honorata y el presidente no ordenaba la clarinada que es señal para iniciar el paseíllo… entonces, llegó un momento nada esperado: Lejos de abrirse la puerta de toriles dando paso al primero de la tarde, irrumpió una soldadesca extraña en voces y practicando disparos… engreída de sus recientes victorias apareció ésta, como tengo dicho, por la puerta del Príncipe, aquella destinada a los toreros de postín… y entonces, pasado el inicial sopor por lo inusual del acontecimiento se hizo un silencio que se rompió de pronto al escucharse los aprestos que un baturro, dado a espontáneo, saltara al ruedo navaja en mano y emprendiérala a tajos contra el primer soldado que estuvo a su alcance. Bastó ese acto para que cientos le imitasen y, ¡vamos hombre!, qué espectáculo aquel de ver rodar hombres y chillar doliéndose, que los navajazos blandidos con esa habilidad que Dios ha puesto en nuestros hombres eran de pintura… degollados en un santiamén, soldados y clases rodaban tintos de su sangre, que al correrles a raudales desde sus abiertos gañotes destacaba en sus dólmanes, otrora albos y gallardos. Se inició una persecución por ruedo y tendidos, doquiera el pueblo fiero y amostazado pillaba al odiado enemigo; dábale caza y muerte sin escuchar clemencia… amén de que nada sabe del francés…

Avisado el jefe enemigo de la matanza dentro del recinto, ordenó abrir la puerta grande de un certero tiro de cañón, y voladas que fueron las pesadas tablas lanzó por ellas dentro del corto túnel que salva los tendidos de sombra con dirección al soleado albero, una sección de sus Cazadores a Caballo de dorado casco, botas altas y fulgurante sable. ¡Qué bello espectáculo y qué marciales formas la de esos atletas! Pero, un avisado peón de la plaza, de aquellos amoscados con el contagioso espectáculo, abrió la puerta de chiqueros y pronto irrumpieron en el alborotado ruedo los seis del Jaral. ¡La batahola que se armó allí mismo...!

Como bien sabido lo tiene Vd., carísimo amigo mío, de aquel especial odio que profesa el toro bravo por hombre y caballo, que al momento las bestias la emprendieron sobre las nobles cabalgaduras y destripadas que eran y sus jinetes caídos, embarazados que estaban de sus pesados petos y guanteletes, nuestros bureles alternaban caballos con soldados; alzados guiñapos volaban por los aires, aquellos engreídos victoriosos caballeros que, o bien caían desarmados para ser nuevamente cogidos en vilo, o eran recibidos en el aire para ser ensartados y despedidos con preciso golpe por aquellas reses, de esa bravura heredada por generaciones. Toros lanzadores que empitonaban doquier fuere el lugar que asestaban en esos desdichados.

Un botinero, bizco del izquierdo por añadidura, y codicioso para más datos, había alcanzado a un desarmado y rubio jinete en la tabla de un burladero y le tenía pasado por la espalda y mientras el desdichado alzaba los brazos en dolorosa desesperación el formidable toro había quedado presa de su golpe con hombre y tabla atravesados. Podeos imaginar escenas de las más espeluznantes, y habréis acertado sin lugar a duda.

Como quiera que los poquísimos y maltrechos supervivientes salieran a la plaza dando alaridos, perseguidos por toros y poblada, el regimiento francés, guarnecido en cuadro en el generoso espacio de la explanada de San Nicodemo esperó impertérrito en pasmosa gala y marcial compostura ataque tan singular, y después de la primera y única descarga que alcanzó a disparar fue destrozado por la embestida como si aquellos quinientos hombres hubieran sido gloriosa mata de flores arrancada en vilo por un vendaval. Es pues, señor mío, que la derrota de Pamplona se castigó el domingo en la serenísima plaza de Jaén donde no hay francés vivo para contarla.

Huelga añadir que la tarde fue buena, asueto para los espadas, palmas para el pueblo, palmas para el encierro y pitos atronadores para los pobres godos que a esta hora yacen sepultos en piadosa fosa. Se sabe que el Emperador quedó silente al recibir semejante noticia y en junta de su Estado Mayor, frente a un mapa de operaciones, discute alguna estrategia para la toma de Jaén. No es para menos.

Con la esperanza puesta en esta nota que habrá de llevaros a vuestro corazón de español el natural regocijo por tan extraña como aplastante victoria en las serranías de mi pueblo, me despido de Vd. no sin antes permitirme añadir que si la resistencia que vamos a ofrecer a los invasores se castiga de la forma como ha ocurrido por estos lares y que he narrado para Vd., con algún detalle, muy pronto estaremos nuevamente contagiados del alborozo de traer de vuelta a nuestro amadísimo rey D. Fernando VII, el Deseado, que Dios guarde, y tenga yo entonces la personal dicha de estrechar vuestra mano, mi querido conde, noble amigo y esclarecido caballero.

En Jaén, a 14 de Noviembre del año del Señor de 1808.

(Fdo. -) Felipe Baldetaro e Hinojosa, marqués de Noblecilla


Al Señor Jacinto Villa Gómez y Baldovino, Conde de la Montería
Palacio del Ayuntamiento

Badajoz


A continuación la respuesta a esta
carta:



20 comentarios:

Anónimo dijo...

2006-09-08 04:28:42
Una fantasía en la que la riqueza narrativa de su autor y el rigor histórico en la descripción de personajes, lugar y momento en el que se desarrolla la acción nos hace vivir una realidad que no existió.

Anónimo dijo...

2006-09-06 03:06:46
Es un artículo muy original que contiene importantísimos datos históricos mezclados con una rica imaginación que lo hace "diferente" a otros presentados en esta categoría.
Es un tema que estoy segura origina muchos aplausos en los taurómacos.
El estilo en que está escrito el artículo denota que la persona que lo ha preparado posee mucha cultura y gran dominio del idioma español.
Que el Abogado Siabala sea el ganador en esta categoría, es mi mejor deseo!!...Viva el Perú, viva el Doctor Luis Siabala!!!...

Anónimo dijo...

14:14:42
Excelente. Me gusto muchisimo. Que Luis Siabala se anime a continuar escribiendo para nuestro deleite!

Anónimo dijo...

2006-09-09 20:13:02
Los del Jaral es una narrativa ágil,amena y sobre todo con una fidelidad históríca, me parece bien que Luis Siabala siga dándonos estas pastillas de las tradiciones hispanas que son parte de la identidad nacional

Anónimo dijo...

2006-09-12 15:57:02
Una narrativa que deleita por el uso del lenguaje tan acorde con la época. Y nos permite adentrarnos completamente en la situación gracias a los detalles y descripciones. Fecitaciones a Luis ! y lo animamos a seguir compatiendo su talento.

Anónimo dijo...

2006-09-22 17:50:07
La lectura de " Los del Jaral" es muy sabrosa.
Las frases creadas por los conocedores de la fiesta bravía, engranan muy elegantemente con el lenguaje hispano extraído de tan lejana época, en una deliciosa descripción de ingeniosas ocurrencias.
Don Luis Siabala, ¿ Cuando no obsequiará la próxima sorpresa ?.

Anónimo dijo...

2006-09-12 17:43:43
Realmente, una narración, de una delicadeza y capacidad para trasladarnos en el tiempo y el espacio a las graderías de la plaza de Jaen, llevandonos en todo momento enbebidos en la escritura.
Mis mas grandes felicitaciones al Sr. Siabala.

Anónimo dijo...

2006-09-29 21:02:06
Luis Siabala siempre nos sorprende con unos trabajos impecables y bien estructurados ...

Felcitaciones !!!

Anónimo dijo...

Tue, 26 Jun 2007
Lo felicito sinceramente Dr. Luis Siabala por lo elegante y culto de su narrativa, creo que nos aleja, de alguna manera, de la ramplonería que invade nuestro hablar cotidiano. Por otro lado me he quedado con una interrogante. ¿Habrá la misma bravura en Jaen de allá y Jaen de aquí?

Como siempre, mis afectuosos saludos para usted y familia.
E. Soto

Anónimo dijo...

Date: Sat, 08 Jan 2005 07:58:08 -0800

Muchas gracias, don Lucho, por su generoso envío. Es un relato excelente que, una vez más, me hace dudar si usted no vivió más bien en aquellos otros tiempos. Además, me hace pensar en la tragedia de nuestros pueblos esperando príncipes deseados todo el tiempo. El de la historia arrasaría con las libertades del pueblo que le entregó el poder y, en el colmo de su cobardía, llamaría al francés, en su apoyo. Los Cien mil Hijos de San Luis invadieron nuestra España a su llamada. Es uno de los monarcas que más desprecio.
Le ruego que extienda a su querida familia mis deseos de que este sea un año venturoso. Feliz 1805!
Eduardo

Dr. Eduardo González Viaña
Professor
Western Oregon University
Monmouth, Oregon 97361

Anónimo dijo...

19/09/2006

Felicitaciones Sr. Siabala. Nos trae Ud., en castellano antiguo, una interesante historia de toros, toreros y plaza. De veras que su artículo me deja, como aficionado, un regusto muy exquisito. Enhorabuena

Alberto Alcalá

Anónimo dijo...

26/01/2006

Un relato de vivo realismo histórico, con la misma pasión que nos dejó la pluma de Benito Perez Galdós. Fascinante el drama que sufrieron las huestes napoleónicas en tierras españolas.

Luis Adolfo Siabala

Anónimo dijo...

26/01/2006

Aficion es sinónimo de pasión y con pasión se vence cualquier obstáculo. Enhorabuena por ese artículo y pa los toros del jaral los caballos de allí mismo.

Anónimo dijo...

26/01/2006

Enhorabuena.- Saludos y suerte.

Anónimo dijo...

ARRIBA LOS DE JARAL...TE FELICITO HERMANO Y OLE

RAFAEL

Anónimo dijo...

¡Me parece sensacional el hecho, la presentación y lo que dicen del escrito!

¡Mi compadre se pasa pal mundo!

Un abrazo
Fernando.

Con relación a los comentarios que sobre Los del Jaral se muestran en el blog Toros y Arte, en el sitio:
http://torosyarte.blogspot.com/2008/02/carta-del-marqus-de-noblecilla-al-conde.html

Anónimo dijo...

Lima, 14 de septiembre, 2006

[...] El artículo lo he leído 8 veces y te digo como amigo y no como critico, que NUNCA había tenido oportunidad de leer a escritor o periodista peruano, que escribiera con meridiana claridad, un articulo utilizando un lenguaje castizo y dieciochesco.

Es un artículo con una narración exquisita, propia de grandes cultores de la narrativa popular hispana. Con ese lenguaje castizo y delicioso, escribían en el Siglo XIX en España, Zorrilla, Juan de Dios Pesa o Manrique Fernández, y cien años mas tarde, García Lorca en su peregrinar por las plazas taurinas de su amada Andalucía. El relato del artículo lo haces en un lenguaje puro, que aun teniendo unos giros idiomáticos peculiares -propios de la época que pudieran sacarte de la comprensión de la lectura- mantiene de principio a fin, el interés de saber que algo glorioso y extraordinario sucederá.

Su lectura imaginariamente me ha transportado a vivir los hechos narrados en Jaén, que por esos años, debió ser un pueblo de hidalgos, labradores y campesinos, ricos en despertares violentos para salvar la honra de la patria cautiva. No deja de enriquecer el artículo, los personajes entre quienes se intercambia la correspondencia. Marqueses amigos los dos, de alcurnia y abolengo, los dos; seguramente grandes señores aristócratas, aunque no tengan un duro en la bolsa, arruinados por la invasión napoleónica. No me gusta la alusión a Fernando VII, tipo cacaseno y cobarde. Esto ultimo no lo tomes en cuenta, para la España de la época, herida en sus sentimientos, era un anhelo nacional su vuelta a Madrid, para ocupar nuevamente el trono del Palacio Real [...]

Rafael Córdova Rivera dijo...

POR UNA PARTE, MIS FELICITACIONES, HERMANO, YA ERES UNA FUENTE HISTORICA NO MENCIONADA....DE OTRO LADO SERIA CONVENIENTE INFORMAR A WIKIPEDIA....ESPEREMOS LA SORPRESA

ABRAZOS

RAFAEL

Víctor Santhome Bernales dijo...

Esta lectura grafica, gracias al dominio de un culto lenguaje, los detalles de un hecho histórico en el cual se distingue el gozo que saborearon estos civiles españoles por la muerte de estos soldados franceses víctimas de haber tratado interrumpir su corrida dominical en esta aldea de Jaén, sin sospechar que serían atacados por sus valientes e indignados pobladores y por el ganado de lidia, hasta ser eliminados.

A pesar de comprender la lógica sed de venganza que debe de haber sentido esta población a consecuencia de ver invadida su patria, me es imposible desligarme de mi carrera de médico veterinario, lamentando profundamente el sufrimiento de esos nobles animales al ser destrozados por las embestidas de los toros, suponiendo que fueron inevitablemente eliminados para no prolongar su sufrimiento.

Personalmente detesto la tauromaquia (o cualquier otra actividad que atente contra los animales) que para colmo es llamada “arte”, y me pregunto si esta primitiva “diversión” es comparable con la música, la poesía, la pintura, la escultura o con el cine? ¿Está bien que en aras de conservar nuestro legado hispano y nuestras “tradiciones” actualmente se permita que los niños sean partícipes de tamaña crueldad?

En fin lo resaltante es el realismo de la narrativa que nos permite situarnos como espectadores de palco y poder disfrutar al ser insertados en este capítulo de la historia española, pero siempre con un diccionario en la mano.

Rodrigo Ahumada Rodríguez dijo...

Mi comentario es sobre la historia de “Los del Jaral”, una vez más nos asombra la actuación del pueblo en un evento tan singular que proporcionó la victoria de los españoles, la invasión del enemigo termino siendo su castigo: el ingenio de un joven de abrir la puerta para dar la libertad a los toros haciendo de las suyas y la justicia con los cuernos; es interesante dicha historia que no se aleja de la realidad, pero sí su forma de describir me impresionó el darle los detalles más minuciosos de dicho suceso a su amigo el conde.