viernes, 2 de octubre de 2009

Las brigadas Arrate y Camus





J
unta de Gobierno con sede en Iquique


Episodios de la guerra civil de 1891 en Chile y sus repercusiones en el Perú


La conflagración que azotó Chile, entre enero de 1891 y septiembre del mismo, provocada por la sublevación de la Armada al mando del capitán Jorge Montt y el Congreso Nacional en contra del presidente José Manuel Balmaceda Fernández, cuyas causas las hemos expresado en
John North, el Rey del Salitre (Ver), tuvo dramáticas consecuencias por la severidad y encono con que los contendientes la pelearon, procurándose un mutuo exterminio. Tres de estas consecuencias o implicancias fueron internacionales.

Los extremos de crueldad, por ambas partes, hicieron que dos brigadas constitucionalistas, la una con un efectivo algo mayor a quinientos hombres, de las tres armas, al mando del coronel Miguel Arrate, jefe político-militar de la provincia peruana de Tacna bajo ocupación, buscaran urgente socorro peruano cruzando la frontera de Sama, donde esta brigada se entregó. Desarmadas, las tropas chilenas fueron conducidas a la ciudad de Arequipa, allí quedaron internadas para ser devueltas a Chile finalizada la contienda, en octubre de 1891.

La otra, al mando del coronel Hermógenes Camus, jefe de los regimientos
Buín, o primero de línea; Arica o cuarto de línea y los batallones Andes, Linares y Mulchén, bajo pena de exterminio después de la batalla de Pozo Almonte, se vio precisada también a salvar la vida internándose en las alturas del territorio boliviano por los salares de Uyuni y de allí ingresó en el argentino donde marchó, en franca violación territorial con sus armas y banderas, sin ser molestada por las estupefactas autoridades argentinas, desde Salta hasta San Juan y repasando la cordillera por San Francisco, antes de lo cual fue desarmada, pero el coronel Camus se negó a ser internado; continuó su larga pero ordenada marcha, llegó a Santiago y se puso nuevamente a disposición del presidente Balmaceda.

Posteriormente el gobierno de Buenos Aires levantó una ruidosa protesta que terminó con la promesa de Balmaceda que el regimiento de Hermógenes Camus ya no participaría de la contienda civil. Pero este esforzado refuerzo, pese a todo, llegó en hora menguada para la suerte del infortunado mandatario, quien poco después y como resultado de las batallas de Concón y Placilla, tomó asilo en la legación argentina de Santiago y después de escribir su célebre
Testamento Político, puso fin a sus días con un disparo en la cabeza, el 19 de septiembre de 1891, fecha que finalizaba también su mandato constitucional.

Las violaciones territoriales de las fronteras del Perú, Bolivia y Argentina, resultan hechos notables, pero de alguna manera contemplados por el derecho internacional público, marcados por un estado imperioso de necesidad, dada la naturaleza de la pugna, las naciones de soslayo involucradas y las condiciones vertiginosas de los acontecimientos. Recrean también el sentimiento en boga por aquellos días.

Debido a la implicancia que tuvo con el Perú, la suerte de la brigada Arrate es la que historiamos de manera breve, no sin antes ilustrar sobre los motivos y algunos hechos de aquella guerra civil, en cierta forma corolario de la llamada
Guerra del Pacífico, cuyo apropiado nombre debe ser Guerra del Salitre, revolución institucional que tanto daño causó a la nación vecina.

Antecedentes premonitorios de la contienda:

La calidad de nuevo rico que habría asumido Chile, inmediatamente de la captura del litoral boliviano de Antofagasta y consecuentemente la provincia litoral peruana de Tarapacá; el usufructo del salitre y las pingües ganancias por la venta del mineral, complemento básico para la fabricación de la pólvora y por aquellos tiempos muy demandado como eficaz abono para las empobrecidas tierras europeas, no necesariamente había enriquecido a Chile que empeñoso de poseer la riqueza de sus vecinos gastó en armas, derramó sangre propia y ajena y se apropió de un territorio en el norte con lo que hizo cambiar su propio mapa desde 1879, arrastrando un estado de permanente intranquilidad, pese a los tratados, que le impone la necesidad, hasta la fecha de esta crónica, de preservar aquellos territorios manteniendo tropas y equipos costosos.

Por entonces el gobierno del Perú lo ejercía el general Remigio Morales Bermúdez, quien había sucedido en el mando de la república al general Andrés A. Cáceres, el brillante soldado de la resistencia de la sierra. La nueva frontera con Chile, con arreglo a los ajustes, se ubicaba en el valle del río Sama, al norte de Tacna. El Perú se reconstituía paulatinamente, con serena firmeza.

Pero en Chile se confrontaba un estado de tensión política por el usufructo real del rico salitre llamado también
oro blanco, que con la guerra y como consecuencia de ella habían pasado las oficinas salitreras altamente productivas a manos del hábil especulador inglés John North, apodado por ello el Rey del Salitre y que, por el contrario, para el novísimo y victorioso poseedor por conquista, mercantilmente hablando, le quedaban únicamente las empobrecidas, caducas o nada importantes usinas dejadas abandonadas por el magnate inglés.
(Ver sobre North)
Esta situación sumada a la generada por la gran corruptela que sembró North, dentro de las autoridades y los políticos, llegó al extremo asombroso que en aquellas provincias capturadas, allí donde ejercía poder comercial el intruso inglés como detentador soberano, se había establecido un coto de caza privado. No se objetaba esta anómala situación y el astuto británico sabía recompensar con largueza tamaña tolerancia.

Nada, absolutamente nada, se podía hacer sin su aquiescencia. Las autoridades políticas y administrativas debían contar con la venia del gerente señor Dawnson, y la santificación del imprescindible abogado de North, Julio Zagers, importantísimos apoderados del magnate, por entonces cómodo residente en su mansión de Avery Hill, Eltham, Kent, cerca a Londres.

Para colocar un nuevo jefe de aduana, un supervisor, o simple jefe de ferrocarriles; etc., etc, así lo ha reconocido la propia historiografía chilena, debían ser consultados estos apoderados. Un interesante caso donde se conjugan derechos reales, tenencia privada, soberanía nacional y moral pública.

Refiriéndose a Dawnson, insertamos la cruda expresión de los hechos, en glosa, de don Mario Barros van Buren, del servicio diplomático de Chile, tomada de su libro
Historia Diplomática de Chile, que nos releva de mayores comentarios:

"Para mover un empleado público, para empedrar una calle, para decir un discurso, para dictar un reglamento de aduanas, había que consultarle. Los grandes magnates chilenos lo elevaron a su nivel sin la menor dificultad. North se siguió encumbrando por encima de esa aristocracia monetizada que tan humillada se le ofrecía. Su abogado en Santiago, don Julio Zagers, se convirtió en el árbitro de la política chilena. De su "carta blanca" salían los fondos para las elecciones, las coimas para los empleados difíciles, los regalos para los incorruptibles, los grandes bailes para la sociedad. Las listas de diputados y senadores solían pasar por sus manos, porque los partidarios requerían el "consejo y la colaboración" del gran hombre de la City. Los documentos han echado luz sobre la enorme corrupción que North sembró sobre una clase social que, cegada por el oro, torció una de las tradiciones más nobles de la historia chilena: Su austeridad. Si bien la profecía de don Manuel Montt de que el salitre pudriría las riquezas morales del pueblo chileno no se cumplió en toda su extensión, podemos decir que engendró a una capa social sobre la que descansaba, precisamente, la estabilidad institucional de un régimen y una tradición de mando."



Pero don José Manuel Balmaceda Fernández, miembro de la aristocracia del latifundio agrícola, había accedido al poder con las elecciones de 1886 y tenía muy claro y presente aquel poder que ejercía North en el norte salitrero que se toleraba por la corruptela que había sembrado el inglés que ponía en entredicho las viejas y sobrias virtudes nacionales y enfrentaba la eclosión de una riqueza ganada por la fuerza de las armas, pero de cuyo usufructo resultaba una nula actividad, por decir lo menos, en favor de la arcas fiscales chilenas. Se empeñó entonces con energía en una campaña para revertir de alguna forma esta situación dándole frente al estado anómalo de cosas, sin apartarse de su política liberal, pero teniendo presente el espíritu portaliano que lo embargaba.

La campaña que asumió Balmaceda para restaurar la dignidad nacional con ejecución de importantes obras de elevado gasto público, jamás emprendidas en Chile, su marcada y recíproca oposición con la mayoría parlamentaria, sumada a la fría y cortante entrevista que concedió al magnate North quien había viajado, exclusivamente, para tal efecto desde Inglaterra, termina enemistándolo con el Congreso Nacional, en cuyo seno el abogado Zagers ejercía importante dominio.

Se produjo entonces el hecho histórico –sospechosamente coincidente por supuesto- que al retiro de North, después de su fracasada entrevista para no regresar jamás, el jefe de la Armada, comandante Jorge Montt Álvarez, embarcara a los miembros del Parlamento, zarpara a Iquique y en ese antiguo puerto peruano formara cabeza del gobierno revolucionario contra el presidente en ejercicio constitucional. El comunicado revolucionario se expresó de esta manera:

Acta suscrita por la mayoría de ambas cámaras del Congreso Nacional

Nosotros, los representantes del pueblo chileno en el Congreso Nacional, teniendo en consideración:

1. Que los numerosos delitos cometidos por las autoridades administrativas contra el poder electoral de la República, para falsear la espresión
(sic) de la voluntad soberana del pueblo en las elecciones, han sido amparados y protejidos (sic)
por el Presidente de la República y sus ministros, desoyendo las representaciones de la Comisión Conservadora y haciendo por lo tanto suya la responsabilidad de los funcionarios culpables, conforme al precepto contenido en el número 2.° del articulo 49 de la Constitución del Estado;

2. Que las policías de seguridad, confiadas al Presidente de la República para custodiar el orden y resguardar los derechos de los ciudadanos, han sido empleadas en organizar y dirijir
(sic) turbas asalariadas del populacho, para promover los más vergonzosos y criminales atentados contra el orden público y para atropellar los más fundamentales derechos de los ciudadanos, llegando á ser dicha fuerza una constante amenaza para ellos y desapareciendo así el fin primordial del establecimiento de la autoridad; que el Presidente de la República y sus ministros se han hechos sordos á los gritos de la indignación pública y á las constantes reclamaciones del Congreso y la Comisión Conservadora por aquellos actos, que las autoridades han dejado impunes, asumiendo así su responsabilidad;

3. Que la única reparación de los últimos y dolorosos atentados contra la libertad de reunión ha sido la promulgación de la ordenanza de 20 de Diciembre último, que es una nueva y audaz violación de los derechos de reunión y petición, garantidos por el inciso 6.° del artículo 10.° y por el inciso 6.° del artículo 27 de la Constitución, incurriendo al mismo tiempo con ella el Presidente de la República y sus cómplices en una usurpación flagrante de una atribución esclusiva
(sic) del Congreso, consignada en dicho inciso 6.° de artículo 27, y que es el único que puede dictar estas leyes escepcionales (sic) pero de duración transitoria, que no puede exceder de un año;

4.° Que el Presidente de la República ha violado constantemente la fe pública, oficial y solemnemente empeñada varias veces ante el Congreso, por medio de sus ministros;

5.° Que el mismo funcionario ha dilapidado los caudales públicos, disponiendo de ellos fuera de presupuestos, creando empleos y comisiones remuneradas, con fondos nacionales, sin intervención del Congreso, y usurpando así una atribución esclusiva
(sic) del Poder Lijislativo (sic), consignada en el inciso 10.° de artículo 28 de la Constitución; 6.° Que el mismo funcionario ha desconocido y violado las atribuciones fiscalizadoras del Congreso y de la Comisión Conservadora, haciendo caso omiso de ellas y burlándolas en lo absoluto con abierta infracción del inciso 1.° del Art. 49 y demás artículos de la Constitución que constituyen al Congreso fiscal y juez de los altos funcionarios administrativos;

7.° Que por causa del desconocimiento de estas atribuciones, el Presidente de la República intentó, no mucho, cambiar la forma consagrada de nuestro Gobierno, manteniendo un gabinete censurado por las dos ramas del Congreso y á quien éste había negado las contribuciones y llegó hasta gobernar sin ellas, causando al fisco pérdidas injentes
(sic) y á la Nación las perturbaciones más graves;

8.° Que clausurando el Congreso, porque se oponía con varonil firmeza á la invasión de los derechos más preciados del pueblo, faltaban á su palabra empeñada para sancionar leyes pendientes y necesarias para garantir aquellos derechos;

9.° Que sin hacer mención de muchas otras violaciones de las leyes y garantía individuales, el Presidente de la República ha llevado últimamente este sistema de desgobierno y de ruina legal y social hasta el punto de disponer de los caudales públicos y mantener la fuerza de mar y tierra, sin autorización alguna del Congreso, usurpando abierta y escandalosamente las atribuciones esclusivas
(sic) del Poder Lejislativo (sic) de la Nación, único á quien confieren estas facultades los inciso 2.° y 3.° del art. 28 de la Constitución, los cuales establecen "que solo en virtud de una ley se puede: fijar anualmente los gastos de la administración pública y fijar igualmente en cada año las fuerzas de mar y tierra que han de mantenerse en tiempo de paz y de guerra";

10. Que todos estos actos han venido produciendo una alarma profunda en la sociedad, una completa desmoralización administrativa y una perturbación desastrosa en los negocios económicos, comprometiendo gravemente el honor de la Nación;

11.° Que todos estos actos y las declaraciones del Diario Oficial vienen comprobando de una manera evidente la maquinación fraguada y consumada por el Presidente de la República, contra las instituciones fundamentales del Estado; que estos actos revelan el plan proditorio
(sic) de minar el edificio político levantado por los esfuerzos y sacrificios de varias jeneraciones (sic), para alzar sobre las ruinas de la soberanía del pueblo los caprichos de un señor absoluto; para desquiciar y anarquizar así una sociedad constituida, un pueblo sumiso y tranquilo, que solo reclama la paz y el orden legal, constituyen no un crimen cualquiera, sino el mayor de todos los crímenes que puede cometer un mandatario;

12.° Que poniéndose con estos atentados en abierta rebelión con el orden constitucional, el Presidente de la República ha incurrido en el crimen de alta traición contra el Estado, y queda fuera de la ley, que ha jurado solemnemente guardar y hacer guardar;

13.° Que si los majistrados
(sic) violan abiertamente la majestad de las leyes, que constituyen la base necesaria del orden social, sus mandatos son nulos y de ningún valor, como espresamente (sic) lo establece el articulo 151 de la Constitución, y en tal caso no solamente existe el derecho, sino el deber de resistir, en defensa del orden público, deber que incumbe á todos los ciudadanos, y muy especialmente á los poderes constituidos;

14.° Que es atribución esclusiva del Congreso establecido en el inciso 4.° del artículo 27 y en el artículo 65 de la Constitución, declarar cuándo por enfermedad, ausencia ú otro motivo grave, y cuándo por muerte renuncia ú otro clase de imposibilidad absoluta el Presidente de la República no pudiese ejercer su cargo;

15.° Que los crímenes mencionados y de que se ha hecho reo el actual Presidente de la República no pueden constituir un motivo más grave, ni una imposibilidad mas indigna é incapaz de continuar en el ejercicio de su cargo.

En mérito de las consideraciones precedentes, nosotros, miembros del Senado y de la Cámara de Diputados de Chile, invocando al Supremo Juez del Universo en testimonio de la rectitud de nuestras intenciones con el objeto de restablecer el régimen constitucional, asegurar la tranquilidad interior, atender á la común defensa y afirmar los beneficios de libertad y las leyes en nombre y por la autoridad del pueblo que representamos, solemnemente declaramos:

1. Que el Presidente de la República, don José Manuel Balmaceda, está absolutamente imposibilitado para continuar en el ejercicio de su cargo, y en consecuencia que cesa en él desde este día.

2. Que están igualmente imposibilitados para reemplazarlo en su cargo sus Ministros del despacho y los Consejeros de Estado que han sido sus cómplices en los atentados contra orden constitucional.

Y en consecuencia designamos á don Jorge Montt para que coadyuve á la acción del Congreso, á fin de restablecer el imperio de la Constitución.

Santiago, Enero 1.° de 1891.


(Siguen las firmas de la mayoría del Congreso)

Se desata la contienda civil

Veteranos de la guerra contra el Perú, los mismos que llegaron a Lima y quienes por entonces ocupaban Tacna en la integridad de esa provincia, divididos en dos bandos irreconciliables: el uno del lado de los intereses del Congreso, el otro del lado de la Constitución, defendiendo al presidente, se habían de enfrentar con notable encono y destrucción. Para los primeros el comando estaba centrado en Iquique y para los rivales lo era Santiago. Cabe anotar que el Ejército, en su gran mayoría estuvo del lado del presidente y que menudearon traiciones y aquellas desgracias propias de las guerras intestinas apremiadas de rencor, ambición material y política de momento, conforme la coyuntura.

Por ambas partes se movieron recursos considerables y con ello se produjeron algunos incidentes internacionales con relación a la adquisición de material de guerra. Tal el caso de la compra subrepticia de armas en California, hecha con dinero revolucionario, sobre el cual el gobierno de Balmaceda dio aviso y como consecuencia del cual dos naves de guerra estadounidenses persiguieron al fugado vapor
Itata que las portaba y que fue dramáticamente apresado precisamente cuando ingresaba a la bahía de Iquique donde se le abordó por marinería estadounidense, violentando también regulaciones internacionales. O los tres mil fusiles, transportados a bordo del buque chileno Maipo, denunciados por EEUU y que fueron decomisados por la aduana peruana, bajo cargo de contrabando de guerra, cuando llegaron de arribada al Callao.



Vapor Itata

El gobierno de Iquique en poder como estaba del primer puerto salitrero y las fuentes inagotables por la saca y venta del salitre, dispuso la recluta de gente de la pampa para reforzar o formar nuevos contingentes militares, adquirir armas, equipos y naves. Contaba con el grueso de la Armada y el glorioso monitor
Huáscar estaba entre las naves amotinadas.

De otro lado, el gobierno legítimo, carente de flota dada las circunstancias, adquiere el mercante
Imperial y lo improvisa como buque de guerra dotándole de cañones y demás equipo a la par que ordena la construcción en Europa de blindados y rápidas torpederas, además del material de guerra necesario.

Vienen luego las batallas de Iquique, Pisagua, Zapiga, Dolores, (en esta última había tenido lugar doce años atrás el inesperado desastre aliado de San Francisco) entonces, Arrate y sus tropas constitucionalistas quedan arrinconados en Tacna y en situación harto socorrida. No se sienten capaces de afrontar la pelea. Han quedado solos y aislados. La matanza innecesaria y los actos de repase y toda suerte de exceso, experimentados en la reciente guerra con el Perú, se repiten multiplicados. Pero la perdida de vidas en esta ocasión es numerosa.

Cruce de la frontera peruana

Es así, como decíamos, que aquel coronel chileno al mando de un efectivo de algo más de quinientos hombres hace su aparición por Sama, consigue luego de un precario descanso enrumbar a Mollendo, es decir dentro de territorio extranjero naturalmente hostil y se entrega a la autoridad militar peruana que desarma a la brigada.

Obtenido el internamiento, el efectivo chileno fue conducido a la ciudad de Arequipa donde se improvisó un campo de concentración en las inmediaciones al cuartel de Tingo, el bello y apacible distrito a las márgenes del Chili, internado de esta forma en atención a su especial condición bajo custodia y protección peruana.

El pueblo arequipeño, resentido y claramente molesto por la presencia en sus tierras de aquellos enemigos de la pasada guerra, mostró de alguna forma su indignación pero sin llegar a mayores.

Conviene recordar que en 1883, esto es ocho años antes, Arequipa había mantenido un fuerte contingente militar al mando del contralmirante Montero y esperaba ser movido contra el invasor que acababa de conseguir una apretada victoria contra las tropas de resistencia de Cáceres en Huamachuco; pero al revés de lo que ordena la razón y dispone la dignidad, con alegaciones y razones que la historia jamás aprobará Lizardo Montero las licenció quedando la orgullosa ciudad a merced del ejército chileno que entró, al mando del coronel José Velásquez
[1], no sin sufrir algunos ataques aislados del pueblo arequipeño que de alguna forma se hizo fuerte, aunque sin mayores resultados que la conocida represión del fusilamiento por quinteo [2].

El gobierno revolucionario exigió diplomáticamente la entrega de Arrate, equipo y hombres, el Perú se negó.

Pero tampoco la suerte de este destacamento en tierras arequipeñas habría de serle del todo mala, pues el insuperable clima y la abundancia del hermoso y fértil valle no le fueron ajenos ni negados.

Con los acontecimientos revolucionarios cada vez triunfantes, era claro que se avecinaba la victoria y con ello el fin de la guerra civil y sus cuantiosos daños. El coronel Arrate, envió una nota con fecha 16 de septiembre al representante de Chile, explicando su angustiosa situación y solicitando pasajes para regresar con la división. El 22 le fue notificado por el prefecto Salvador Cavero, que el gobierno peruano había dispuesto el traslado de las tropas chilenas a Mollendo para repatriarlas.

En las primeras horas del 24 llegaron al puerto, entre oficiales, clases y soldados 522 hombres, además de 23 mujeres (cantineras) que acompañaban a la pequeña fuerza divisionaria, para embarcar en el vapor
Limarí, rumbo a Valparaíso. Estas tropas que habían sido fieles a Balmaceda, a su arribo tuvieron que seguir los duros e inapelables dictados del vencedor.



Batalla de Concón


Fin de la guerra civil y la suerte de las tropas, buques y equipos chilenos en el exterior

Es así que para fines de 1891, los restos de la fuerza armada balmacedista estaban en territorio peruano. El 2 de septiembre anclaron en el Callao, el transporte
Imperial y la torpedera Condell, nave que en compañía de su gemela Lynch consiguió hundir con un torpedo y la considerable perdida material y humana, en el puerto de Calera, al blindado Blanco Encalada, una de las naves de la flota que libró combate con el solitario Huáscar en aguas de Angamos, el 8 de octubre de 1879.

Ambas naves quedaron a disposición del agente que debía nombrar el nuevo gobierno, Ángel Custodio Vicuña, ministro plenipotenciario en Lima, antes de dar por finalizada su misión, con el triunfo del movimiento revolucionario del Congreso.

En cuanto a las adquisiciones para procurar, de alguna forma, naves de guerra por parte de Balmaceda se consiguieron algunos blindados que fueron ansiosamente esperados por el gobierno durante ocho meses, pero dada la victoria revolucionaria continuaron éstos su navegación en aguas europeas.

El
Presidente Pinto entró al puerto alemán de Kiel el 25 de agosto para embarcar el material de artillería que debía enviar la empresa Amstrong. El capitán Recaredo Amengual solicitó permiso para contratar operarios y embarcar provisiones, agua y carbón. La hostilidad del gobierno imperial fue manifiesta y las autoridades portuarias alemanas limitaron al mínimo la entrega de combustible y vituallas. El 17 de septiembre el crucero zarpó con destino a El Havre.

Por las circunstancias y los hechos analizados parecería que, históricamente, las potencias europeas estuvieron en favor de los revolucionarios y los EE. UU. de Norteamérica, del malogrado Balmaceda. Esto último es una apreciación personal.





La Placilla


Notas
[1] El coronel José Velásquez Bórquez. Culminada la guerra civil, dentro de la dura e implacable represalia dirigida contra los balmacedistas, de todo orden y género, se registra, entre muchos otros, el ajusticiamiento por sentencia del tribunal, que se hizo de este veterano, en su grado de general, sin ser oído ni representado, a quien se le recordaba por su desempeño en la campaña y toma de Arequipa, en octubre de 1883.

Aquí la suerte de algunos importantes veteranos de la pasada guerra contra el Perú:

El general
Orozimbo Barbosa Puga, veterano de las jornadas de Tacna, Arica, Chorrillos y Miraflores; posteriormente, general balmacedista, ordenó la matanza de 84 jóvenes rebeldes, hijos y familiares de la mayoría de miembros de la clase conservadora o pelucona que produjo indignación tanto en revolucionarios como en los partidarios del gobierno; esa execrable acción se produjo en el fundo Lo Cañas, de propiedad de Carlos Walker Martínez. Dirigió el ejército en la batalla de Concón el 21 de agosto de 1891 y el 28 de agosto de 1891 la batalla de La Placilla. En esta última fue herido y viéndolo todo perdido trató de escapar, pero fue acorralado por un grupo de caballería en el camino a Valparaíso y bárbaramente asesinado. Su cadáver fue arrastrado por la turba por las calles de Santiago.

Personajes como el almirante
Juan Williams Rebolledo, quien pese a su larga carrera naval no pudo poner fin a la campaña del Huáscar por lo que tuvo que renunciar al mando de la escuadra; o la del contralmirante Juan José de la Torre, comandante de la flota que capturó al célebre monitor peruano en Angamos, por entonces ambos en misiones oficiales en el exterior, al momento del zarpe de la escuadra revolucionaria, no fueron llamados al servicio.

El general
Manuel Baquedano González, presente desde Tacna hasta la batalla por Lima donde fue general en jefe, admirado y respetado, fue convocado por Balmaceda, en hora fatal, para dimitir y le hizo la entrega del gobierno ya en franca bancarrota y con los revolucionarios a la puerta. Nada pudo hacer el vencedor de Chorrillos y Miraflores indeciso y tibio frente a una dura realidad en la que, a su vez, se vio compelido a entregar el gobierno a los miembros triunfantes de la revolución, para retirarse al olvido y la maledicencia.

En el lado vencedor, La Junta de Gobierno tenía como uno de sus principales jefes al general
Estanislao del Canto y al coronel Adolfo Holley, veteranos de la guerra contra el Perú. El general prusiano Emil Körner, contratado por Balmaceda para reformar el ejército de Chile, se puso del lado de la revolución y participó en los grandes planes tácticos. Por sus servicios distinguidos sería condecorado por el Kaiser.

En la revolución de 1891, Inglaterra, la
Rubia Albión, la misma que armó a quienes asaltaron Bolivia y Perú, había jugado un pérfido doble papel, uno de ellos el de la mitológica Némesis, la diosa griega de la venganza, al participar con su espíritu mercantil y decidida influencia en una guerra y una revolución que causaron severos daños a sus protagonistas.



Tropa revolucionaria


[2] Cada quinto hombre de una columna es pasado por las armas.


Masacre de La Placilla



Fuentes

1891, crónica de la guerra civil, por Jorge Núñez P.
http://books.google.com.pe/books?id=n71SIc6IZE8C&pg=PA42&lpg=PA42&dq=brigada+camus,+1891&source=bl&ots=grDfV4le7h&sig=XkqAEmFhQQRugzH9vMmoJs-SEK0&hl=es&ei=BYO_StqVC4HU8AbjtomiAQ&sa=X&oi=book_result&ct=result&resnum=1#v=onepage&q=&f=false

Historia Diplomática de Chile, 1541-1938, Mario Barros van Buren. Ediciones Ariel. Esplugues de Llobregat. Barcelona, España, 1970


Fotos diversas de Internet

jueves, 3 de setiembre de 2009

La cripta



Cripta de los Héroes de la Guerra de 1879

Incidente diplomático de 1908 entre el Perú y Chile


Lima, martes 18 de septiembre de 1908.- Palacio de Gobierno. Gabinete del presidente José Pardo y Barreda.

El canciller, doctor Solón Polo tiene desde hace media hora audiencia con el presidente Pardo. Hay premura en palacio por atender asuntos de política interna habida cuenta que aquella administración estaba de salida, pero el tema principal en agenda es la propuesta que ha sido comunicada por el ministro plenipotenciario de Chile, señor José Manuel Echenique Gandarillas, recientemente acreditado ante el gobierno peruano, de colocar una placa de bronce en la cripta que el gobierno peruano había erigido en honor de los caídos en la guerra de 1879 y a la que se sumaba Chile.

El ministro quería de esta forma inaugurarse bien y La Moneda había aprobado la iniciativa, en época de acoso a los peruanos en la zona ocupada y como contrapartida la resistencia de aquéllos.

Sin embargo, de la aceptación a ésta o su rechazo, como resultó finalmente, habría de derivar acontecimiento singular con marcado daño para las relaciones entre el Perú y Chile que hicieron eco, principalmente, en 1911 y 1920 con movilizaciones comunes en la frontera, con claras intenciones recíprocas de una nueva guerra entre los dos países. Había pues en aquella manifiesta propuesta diplomática chilena resabios de una situación no concluida y el ánimo del gobierno peruano y su población era claro que no estaban dispuestos para aceptarla.

Antecedentes a la erección de la cripta

La cripta, levantada en el Cementerio General de Lima, fue concebida para el eterno reposo de aquellos combatientes peruanos y su inauguración solemne y concurrida tuvo lugar el 8 de setiembre de 1908, durante el gobierno del presidente José Pardo y Barreda. Obra del arquitecto francés Emilio Robert, reviste hasta hoy, ostensible, la severa majestad de su propósito lo que se puede ver de la hermosa fotografía que exorna este despacho.

Tras su erección, correspondió la ardua tarea de ubicar e identificar principalmente los restos de los militares peruanos que murieron y fueron sepultados en los osarios que se improvisaban en los campos de batalla, específicamente Mejillones y Tarapacá, Intiorco en Tacna, San Juan, Chorrillos y Miraflores, Arica, Huamachuco y San Pablo, amén de otros lugares referidos como tales. La actividad de traslación de los caídos en las jornadas del sur, sepultados en territorio ocupado, había correspondido al gobierno del general Andrés A. Cáceres.

Para conseguir tal propósito, expidió el 3 de junio de 1890, un decreto supremo, por el cual se disponía el traslado al seno de la patria de los restos de quienes sucumbieron en batalla y se comisionó a la flamante cañonera Lima a cuyo bordo llegaron al Callao y a diversas tumbas en el cementerio principal de Lima, ese mismo año.

En el primer nivel fueron colocados los magníficos sarcófagos en mármol que contienen los restos del almirante Miguel Grau Seminario y del coronel Francisco Bolognesi Cervantes, mientras que en el segundo se dispusieron los 246 nichos de los militares identificados, que incluyen los restos encontrados en cinco osarios.

El acto de adhesión chilena a tan laudable acontecimiento nacional lo era también como un gesto de distensión -la ocasión se mostraba propicia de la mejor forma encontrada por La Moneda- para apaciguar momentos de efervescente y exacerbado nacionalismo que confrontaban las dos naciones con relación a la suerte de los territorios peruanos de las provincias de Tarapacá y Tacna ocupados desde 1879, esto es 29 años atrás, gesto con el que decíamos, esperaba hacer su ingreso el nuevo ministro plenipotenciario chileno en momento de aquellos negocios jurídicos tan controvertidos que movían las pasiones populares del Rímac y del Mapocho.

La nota protocolar decía:

"Lima, 16 de septiembre de 1908.- A S.E. el Dr. Solón Polo.- Señor Ministro: El Gobierno de Chile, queriendo asociarse al homenaje que el Gobierno del Perú ha rendido a los ciudadanos que en defensa de su patria sucumbieron en la guerra de 1879, me ha confiado el honroso encargo de depositar una corona de bronce en la tumba que ahora guarda sus restos.

Al transmitir a V. E. este deseo de mi Gobierno que entraña sencillamente una elevada significación moral me permito rogar a V. E. estime oportuno para dar cumplimiento a la piadosa misión con que he sido honrado. Aprovecho con agrado esta ocasión para renovar a V. E... la expresión de los sentimientos de mi más alta y distinguida consideración. (Firmado José Miguel Echenique Gandarillas)"


Coyuntura diplomática


Empero las fechas del magno acontecimiento, su inauguración ya efectuada como explicamos el 8 de septiembre de 1908 y los de la trasmisión del mando al nuevo mandatario, don Augusto Bernardino Leguía Salcedo ganador de las elecciones de 1908, fijado para el viernes 25 de septiembre, escasamente a una semana de tiempo, fueron los motivos para que el canciller Polo contestase alongando su aceptación:

"Lima 17 de septiembre de 1908.- […] En respuesta, me es muy grato expresar a V. E. rogándole se sirva transmitir a su Gobierno los vivos agradecimientos del mío por tan delicada atención.

Una vez que se hagan los arreglos necesarios me complaceré en acordar con V. E. todo lo referente al significativo homenaje que el gobierno chileno quiere tributar al sacrificio de los que ofrendaron abnegadamente su vida en defensa de la patria. (Firmado Solón Polo)
[…]

Estando a esta repuesta el señor Echenique contrató en un taller de fundición de Lima la fabricación de la placa que se terminó y estuvo a punto a fines de diciembre de 1908, producida ya la trasmisión de la administración presidencial de Pardo a Leguía.

Personajes de la nueva administración peruana

La transmisión del mando se efectuó el 25 de setiembre y el nuevo presidente, quien relevaría a José Pardo hasta 1912, debería afrontar durante este mandato los problemas limítrofes con los cinco países vecinos que, conocedores de las limitaciones materiales que pesaban sobre el Perú después de la Guerra de 1879, encontraron el momento oportuno para acometer sus pretensiones territoriales.

Pero Leguía tenía elegido como canciller al doctor Melitón Porras Osores.


DON AUGUSTO B. LEGUÍA, PRESIDENTE DEL PERÚ (1908-1912) (1919-1930)



CANCILLER, DOCTOR MELITÓN PORRAS OSORES

Ambos, veteranos de la jornada de Miraflores como soldados de la Reserva, habían servido respectivamente, el primero de los citados, en el Reducto N° 1 con el batallón 2, del coronel Manuel Lecca, cuerpo perteneciente a la Segunda División (Ver) que comandó el coronel don Pedro Correa y Santiago, formada de los propietarios, banqueros, jefes de casas de comercio, de almacenes y empleados y dependientes de éste; y, el segundo, en el batallón N° 2 de la Primera División, comandada por el coronel don José Unánue, formada de los señores vocales y jueces, abogados y bachilleres; empleados judiciales, procuradores y escribanos y amanuenses de abogados y de escribanos; cuerpos en los que se batieron el 15 de enero de 1881.

Había pues una formada empatía y resolución en las respectivas personalidades políticas.

En ocasión de su discurso inaugural como presidente de la república, Leguía hizo hincapié en torno al conflicto por Tacna y Arica:

[…] "El criterio del progreso solidario de la América y las soluciones pacíficas, nos inspirará para dirigir todas nuestras relaciones diplomáticas, y muy principalmente los esfuerzos para conseguir que nuestra frontera del sur sea, en la realidad, la designada por un tratado que el infortunio impuso y que, si nuestra fe nos obliga a respetar, no puede nuestra dignidad consentir que se agrave en nuestro daño" […]

Se refería al Tratado de Ancón, producto del tristemente célebre Grito de Montán lanzado a la república por el general cajamarquino Miguel Iglesias Pino, en plena campaña de la resistencia y a pesar de ésta, que oponía al enemigo invasor el general Andrés A. Cáceres, pronunciamiento que tuvo por corolario el citado Tratado firmado en el balneario de Ancón, el 20 de octubre de 1883, cuyo Artículo segundo reza:

[…] La República del Perú cede a la República de Chile, perpetua e incondicionalmente, el territorio de la provincia litoral de Tarapacá, cuyos límites son: por el norte, la quebrada y río de Camarones; por el sur, la quebrada y río de Loa; por el oriente, la República de Bolivia; y por el poniente, el mar Pacífico. […]; y el consecuente Artículo tercero:


[…] El territorio de las provincias de Tacna y Arica, que limita por el norte con el río Sama, desde su nacimiento en las cordilleras limítrofes con Bolivia, hasta su desembocadura en el mar, por el sur, con la quebrada y río de Camarones, por el oriente con la República de Bolivia, y por el poniente con el mar Pacífico, continuará poseído por Chile y sujeto a la legislación y autoridades chilenas, durante el término de diez años, contados desde que se ratifique el presente tratado de paz. Expirado este plazo, un plebiscito decidirá, con votación popular, si el territorio de las provincias referidas queda definitivamente del dominio y soberanía de Chile, o si continúa siendo parte del territorio peruano. Aquel de los dos países a cuyo favor queden anexadas las provincias de Tacna y Arica, pagará al otro diez millones de pesos moneda chilena de plata, o soles peruanos de igual ley y peso de aquella.

Un protocolo especial, que se considerará como parte integrante del presente tratado, establecerá la forma en la que el plebiscito deba tener lugar y los términos y plazos en que hayan de pagarse los diez millones por el país que quede dueño de las provincias de Tacna y Arica.
[…]


Resistencia del clero peruano en Arica y Tarapacá


DON PEDRO MONTT MONTT PRESIDENTE DE CHILE (1906-1910)

A esto se sumarían de forma dramática, pues comprometía el servicio espiritual de las poblaciones del vasto territorio ocupado, la expulsión de Tacna que se hizo de los curas párrocos peruanos sufragáneos de la diócesis de Arequipa.

Al producirse la separación política de Tacna y Arica de la jurisdicción peruana y ocuparla Chile por la fuerza de las armas, no se rompió la unidad eclesiástica; los párrocos de estas zonas quedaron bajo el mando directo del obispo de Arequipa de la que dependían. Toda gestión del ministro chileno Errázuriz Echaurren por lograr de la Santa Sede un arreglo a esta situación fue estéril, pues el Papa evitaba pronunciarse en tanto subsistiese el estado de cambio de jurisdicción, so pena de declarase abiertamente por Chile.

Tacna y Arica permanecían invariables bajo la dirección espiritual de 38 párrocos peruanos, que como es natural tomaron bando, con el entusiasmo que es de imaginar, por los asuntos de su patria. Púlpitos, confesionarios y procesiones eran motivo y aliento para la propaganda peruana.

Los diarios chilenos, ya mayoritarios en Tacna y Arica, reclamaron a las autoridades y éstas pusieron los antecedentes en poder de su cancillería.

Se dispuso un trato cordial para lograr un advenimiento directamente con la propia Iglesia. El obispo de Arequipa intentando darle sentido favorable al pedido del ocupante enfocó el tema pero no con asidero a la denuncia de Chile sino a la vida y conducta privada de los curas párrocos, algunos de los cuales habrían estado confrontando denuncias graves en 1908, en aquella curia.

La opinión pública peruana protestó de inmediato sobre la conducta extraña del obispo. Entonces el prelado temeroso de caer en el "torrente de traidores a la patria", rechazó la petición oficiosa y confirmó a los párrocos en sus cargos. Dado este hecho Chile, consideró que los párrocos peruanos tenían la condición de funcionarios públicos y les canceló los permisos para ejercer su ministerio con la exigencia y requerimiento de nueva autorización ante la intendencia respectiva, temperamento que no fue aceptado.

El intendente Máximo Lira los conminó a no ejercer bajo ninguna circunstancia sus funciones; en respuesta aquellos sacerdotes abrieron oratorios privados. Una población, en su inmensa mayoría católica, quedó sin los auxilios de su religión y dividida por un agudo conflicto político.

Búsqueda chilena de la intervención del Vaticano

El ministro chileno en Roma, señor Rafael Errázuriz Urmaneta, presentó un extenso memorial al secretario del Estado Vaticano, pidiendo la autorización para nombrar párrocos chilenos en Tacna y Arica. En subsidio se solicitaba la creación de un vicariato castrense que permitiese designar capellanes militares que atendieran las necesidades de la población civil. El Vaticano entró en estudio de esta proposición.

Como el ambiente general en Tacna era insostenible y los párrocos, alentados por la prensa de Lima, habían adoptado una posición de abierta rebeldía, Chile pidió directamente al obispo de Arequipa autorización para que ocho sacerdotes chilenos ejercieran su ministerio en la zona disputada. El obispo rechazó la petición y por el contrario confirmó a los párrocos peruanos, autorizando, incluso, los oratorios privados.

Por toda respuesta, los párrocos de Tacna, en número de seis, y los de Arica, de Estique, de Belén y de Codpa fueron puestos a bordo de un buque y expulsados del país. El clero chileno se plegó a su gobierno.

La cancillería peruana ordenó a su encargado de negocios en Santiago pedir sus pasaportes y retirarse. Las relaciones diplomáticas entre Chile y Perú quedaban rotas nuevamente.

A fin de evitar un rompimiento definitivo, el ministro chileno Agustín Edwards McClure preparó un proyecto completo para la realización inmediata del tan esperado plebiscito cuya demora estaba en función de la necesidad de aumentar la población chilena en aquellos territorios y disminuir la peruana, por obvias razones.

El 3 de marzo de 1910, la cancillería chilena enviaba a Lima la proposición, y el 24 de marzo Brasil ofrecía su intervención amistosa. El 25 del mismo mes se adherían Argentina y los Estados Unidos. El Perú contestó, por intermedio de su ministro en Washington, que consideraba inoportuno el ofrecimiento de Chile, hasta tanto los párrocos peruanos no fueran repuestos en sus cargos.

Como en esos mismos días la Santa Sede se pronunció por la creación del Vicariato Castrense, Chile dio por terminada la gestión. Se nombró vicario general a monseñor Rafael Edwards y 40 capellanes chilenos sustituyeron a lo clérigos extrañados y se hicieron cargo de la vida religiosa del territorio disputado.

Participación de Chile en el homenaje de los peruanos

Empero, el gesto al parecer del todo caballeresco, propiciado formal y diplomáticamente por el enemigo vencedor, confrontaba ahora para la aceptación de la placa de homenaje aquellos reales acontecimientos descritos, propios de la clara resistencia pasiva que oponían maestros y curas párrocos de las provincias ocupadas, a las instrucciones y prohibiciones que impartían los intendentes de aquellas jurisdicciones nombrados como tales por el gobierno chileno, en especial del intendente Máximo Lira, que lo era de Tacna, abocados a cualquier costo en aumentar la población chilena en la zona y de esta forma tener la mayoría necesaria para un potencial plebiscito.

Administración de salida

El panorama peruano en 1907 estaba revuelto. Terminaba su primera presidencia don José Pardo y Barreda, cuya previsora y ejemplar administración se había preocupado, entre otras importantes medidas de política interna, de la adquisición de novísimo armamento y la adopción de la moderna y distinta concepción de la doctrina militar en boga, además de la orden para la construcción en Inglaterra de los cruceros Grau y Bolognesi. Era claro que el Perú se recuperaba y que la sombra de una nueva conflagración se cernía sobre el horizonte.

La exacerbación de pasiones, tanto en el plano interno como en el internacional eran hechos permanentes. Para entonces, el pensamiento diplomático del Perú era ya no insistir en el plebiscito, sino pedir la revisión total del tratado de Ancón. Al período de apaciguamiento y serenidad había sucedido otro de clara revancha guerrera y exaltado fervor nacionalista.

Un patriotismo efervescente muy popular influía seriamente en las decisiones del gobierno. Entenderse con Chile era motejado de traición. Los estudiantes de San Marcos habían declarado como "indignos de llevar el nombre de peruanos" a todos los firmantes del documento de Ancón y a numerosos oficiales y diplomáticos que habían recibido condecoraciones de Chile.

El presidente de Chile, don Pedro Montt Montt, se mantenía firme en su creencia que los problemas con el Perú podrían arreglarse con buen sentido y con la eliminación del patriotismo bullanguero que se manifestaba por ambas partes. Al igual que muchos políticos chilenos, había cifrado en el presidente Guillermo Billinghurst, cuya administración había dado claras muestras de acercamiento y, más tarde, en la de don Augusto B. Leguía, las más grandes esperanzas de poder llegar a un acuerdo.

Por ello, una de las primeras disposiciones de Montt al asumir el poder a principios de 1907, fue designar ministro en Lima a don José Manuel Echenique Gandarillas, con las miras de tender un puente que permitiese una solución cordial. Echenique era portador de instrucciones precisas para proponer a la cancillería de Torre-Tagle la realización del plebiscito de Tacna y Arica.

Corolario, ruptura y movilizaciones

Pero la placa jamás fue colocada en el monumental sarcófago de los defensores peruanos. Echenique, ofendido, pidió una explicación. Porras le contestó:

[...] "la situación existente entre mi país y el vuestro es la menos propicia para un acto público de esta naturaleza, que podría herir los sentimientos patrióticos del pueblo peruano" [...]

La cancillería chilena ordenó a Echenique averiguar exactamente qué entendía el gobierno del Perú por "situación existente", y de no ser la respuesta satisfactoria, pedir sus pasaportes.

El señor Porras, al contestar al plenipotenciario chileno, se lanzó contra el Tratado de Ancón, declarándolo inválido, injusto, impuesto por la fuerza e inaplicable. Echenique consideró, con toda razón, que plantear el problema de Tacna y Arica, o cualquier otro, en estas circunstancias, era simplemente perder el tiempo y en consecuencia solicitó sus pasaportes.

El 20 de diciembre el semanario El Porvenir, da cuenta del incidente de la corona ofrecida por Chile, y al día siguiente Miguel Echenique envía a su gobierno una extensa nota informando todo el asunto desde su personal óptica, culminando así:

"La conducta del Perú podría ser apreciada a la luz de la nueva prueba de amistad que le hemos dado y quedaría demostrado ante los Gobiernos amigos que todos los esfuerzos de Chile se estrellan contra la tenaz negativa de avenimiento del Perú".

No obstante conocer el parecer del gobierno del Perú, Echenique envía una nota al canciller peruano reiterando finalmente:

"Réstame después de transcurrido tres meses, conocer la resolución de V.E. en orden de la fijación de la fecha para la realización del acto material de la entrega de la corona que ha quedado pendiente desde el día señalado".

El Ministro de RR EE peruano contesta por fin el 28 de diciembre de manera contundente:

"Es nuestro más vivo y sincero deseo que no se turbe con actos públicos que puedan tal vez provocar la susceptibilidad del sentimiento nacional peruano, la tranquilidad de las gestiones con que, confiamos, se ha de poner término a la triste situación de nuestros compatriotas de Tacna y Arica".

Así proseguía el tiempo y el 9 de enero de 1909, el canciller chileno Balmaceda remite una nota a Echenique:

"El Gobierno estima que dados los términos de la nota del señor Porras V. S. debe regresar al país. Deje al Secretario como Encargado de Negocios".


El gobierno, por intermedio del ministro de RR EE, pidió sus pasaportes y el diplomático, frustrado en sus propósitos, abandonó Lima.

A título de despedida, el gobierno peruano declaró persona no grata al cónsul general en el Callao, señor Paut Vergara, por haber puesto el escudo de Chile en el frontispicio del consulado, lugar que se encontraba, según la cancillería limeña, en "recinto portuario y militar". Para no agriar más las cosas, Chile cambió de cónsul.

Dañadas las relaciones que hasta el momento habían sido tibias, se produjeron movilizaciones de contingentes de tropa a la frontera común, por ambas partes y con demostraciones recíprocas de fuerza de las guarniciones de Arequipa y Arica para el caso reforzadas.

Una nueva generación de peruanos se mantenía sobre las armas.

Estos fueron los acontecimientos que en el Perú se conocen como el Incidente de la corona, presumiblemente por que la placa de bronce ofrecida por Chile tenía inserta una corona de hojas de laurel cuya etimología heráldica es la del honor, gesto de adhesión protocolar, en su sentido estricto, pero ofrecido en momento inoportuno de recíproca hostilidad, conforme se tiene reseñado y como siempre lo será en tanto subsistan diferencias de todo orden que confronten vecinos tan obstinados y comprometidos con el pasado.


Fuentes:

Historia de la República, Jorge Basadre. Tomo VIII, Séptima Edición. Lima, 1983. Edit. Universitaria

Historia Diplomática de Chile, 1541–1938, Mario Barros van Buren. 1970. España. Ediciones Ariel. Espulgues de Llobregat. Barcelona

Entre el Perú y Chile: la cuestión de Tacna y Arica
Páginas de divulgación histórica
Enrique Castro y Oyanguren
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/01305031955026836088680/p0000001.htm#17

Grabados:

Internet

Presidente del Perú, Don Augusto. B. Leguía Salcedo

Presidente de Chile, Don Pedro Montt Montt

Foto de la Cripta de los Héroes de 1879, en el Cementerio Presbítero Maestro, del artista nacional, señor Telmo Cáceres Serna, (Chimi). Flickr

Dr. Melitón Porras Osores. Diccionario Enciclopédico del Perú; Editorial Mejía Baca. Tomo II, Lima, 1966.

martes, 5 de mayo de 2009

El polaco que venció los Andes


Afiche del 110 aniversario del ingeniero Ernest Malinowski (1818-1899)


Lima, lunes 4 de abril; 2009. Salón de actos de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega. 12 horas.

Con motivo del centésimo décimo año del fallecimiento del señor Ernest Malinowski, ingeniero polaco contratado por el gobierno del general Rufino Echenique para hacer posible el desarrollo ferroviario del Perú, tuvo lugar, al medio día de ayer, una concurrida ceremonia en el auditorio de la citada universidad, que contó con la presencia del embajador de Polonia.

El historiador, señor Elio Galessio, en apretada pero elocuente síntesis, disertó respecto a Malinowski, lo suficiente para rememorar la obra del ingeniero polaco, una de las cuales fueron las defensas construidas en el Callao que pusieron fin a la aventura de su majestad Isabel II y su expedición científica a las costas del Pacífico que terminó, el 2 de mayo de 1866, a fuego de cañón.

Además, sus proyectos, que incluyeron, de manera especial, los del ferrocarril Central formando parte del equipo de otro constructor ferroviario, don Enrique Meiggs, llegado de Chile en época de la administración gubernativa del coronel José Balta, quien trajo consigo otros ilustres ingenieros del ferrocarril; el que corre de Arequipa al Cusco; el de Ica-Pisco y todas aquellos que ya en construcción se paralizaron por falta de fondos para solventar la costosa obra ferrocarrilera mientras el presidente Balta se debatía entre una severa oposición y la dura crisis que agobiaba las arcas fiscales nacionales.

Este gobierno, anotamos, terminaría con los luctuosos hechos del 22 de julio de 1872, con la sublevación de los coroneles Gutiérrez Rojas, la muerte de José Balta y el linchamiento de los sublevados por acción del pueblo limeño.

Finalmente, como corolario al estado de cosas imperante, estalló la guerra de 1879 y la consecuente total paralización, por la destrucción de cuanta obra importante de FF CC poseía el Perú.

Destrucción, añadimos, de puentes y vías; secuestro de máquinas y equipo ferroviario, gracias a la singular habilidad del coronel chileno, Federico Stuvens, con estudios en ingeniería ferroviaria en Metz, Francia.

Incorporado al Ejército en 1879, al estallar la Guerra del Pacífico, sirvió como oficial de ingenieros a cargo de los ferrocarriles y máquinas resacadoras de agua, su depredadora y eficiente actuación se extendió desde la línea Ilo-Moquegua; Palo Seco -formidable y moderno trapiche del ingeniero Derteano en el Santa, Chimbote-; la suerte del ferrocarril particular de Pacasmayo; el del Callao, hasta donde obrara línea peruana alguna; toda obra férrea era inutilizada o sistemáticamente desmontada por acción de este invasor.

Del expositor y su tarea


Impulsado por esa especial y contagiosa pasión por los ferrocarriles, particularmente los del Perú, acudí a la invitación del señor Elio Galessio Castañeda, experto peruano quien ha dedicado gran parte de su vida al cultivo de la historia ferrocarrilera nacional, el pasado pionero sudamericano del Perú; su política financiera y el patético presente republicano; persona entusiasta y dinámica que ama y sufre al alimón la suerte que nuestras administraciones gubernativas han reservado a los caminos de hierro y sus locomotoras, pero siempre animado de la recuperación de este valioso medio de comunicación de carga y pasajeros, jamás está ausente en eventos de su dominio.

El distinguido expositor, autoridad seria y solvente en estos temas, es, además, dueño de las valiosas fotografías que exornan la muestra; generosas ampliaciones con impecables leyendas que evocan con la claridad de sus contenidos un pasado hermoso; inéditas la mayoría de ellas.

Es autor del magnífico libro Ferrocarriles del Perú: un viaje a través de su historia, obra singular por su contenido y alcance, indispensable en la biblioteca de todo peruano.

Durante el evento, diligente cicerone, nos informa e invita a contemplar locomotoras de las más varias que nos cupo poseer, de ellas destaca una preciosa máquina Roger, tipo Pony que servía a los constructores Meiggs y Malinowski para inspeccionar las líneas férreas y, para asombro, la máquina 206, que todavía corre y es pionera de la ruta del FF CC Central.

Las Garret, máquinas de gran porte y doble tender que fueron devueltas pues la dinámica del ferrocarril Central no permitía semejantes dimensiones; espectaculares vistas de puentes: el Infiernillo, obra de Meiggs (sobre la base de los planos efectuados por el ingeniero norteamericano Brooklyn, constructor del puente que lleva su nombre y salva las aguas del East River en Nueva York, consignamos nosotros); el viejo puente de Fierro, sobre el Chili aún existente, que entre admirado y atemorizado yo contemplaba en mi corta infancia en Arequipa; una vista de la estación de la Oroya, en los albores del siglo XX, ya que el FFCC recién alcanzó aquella ciudad en 1893.

Es oportuno referir aquí que la línea Central, al estallar la guerra de 1879 llegaba hasta Chicla. Allí se detuvo hasta que el gobierno de Cáceres (1890) lo entregó a The Peruvian Corporation, de administración inglesa, para terminar nacionalizada por el gobierno del General Juan Velasco Alvarado. Ahora está en lenta pero franca recuperación.

Gratísimo y evocador este evento, hecho efectivo sobre la base del patrimonio fotográfico particular y la erudición del señor Galessio.

Ernest Malinowski (1818 – 1899)


Vino al mundo el 5 de febrero de 1818 en la localidad de Seweryny, en época que no existía Polonia dado que, su actual territorio, era por entonces dominio ruso-germano, preponderantemente de la jurisdicción de San Petesburgo. Su independencia como tal la consigue en 1918.

Su familia, disidente nacionalista y patriota, tuvo que refugiarse en Francia, lugar donde arribó en 1831 cuando nuestro biografiado contaba con trece años de edad. Alumno, finalmente, de la Escuela de Puentes y Calzadas de París, impedido de graduarse por su condición de extranjero, asimiló exitosamente la técnica de ingeniero y catorce años después ingresó a trabajar al servicio del Cuerpo de Puentes y Calzadas, donde adquiere maestría, pero siempre dentro de limitaciones académicas, pues las ordinarias estaban únicamente reservadas para los profesionales franceses.

Es con el general Rufino Echenique Benavente (1851-54 /1854 - 55) y su política ferrocarrilera, anotamos, que se proyecta el FF CC de Islay a Arequipa; se construyen aduanas y mejoran muelles en algunos de los puertos más importantes; se elimina el pasaporte interior; se declara el libre tránsito por los puentes; se reforma el reglamento de comercio; se dota a Lima de nuevo mercado; se intenta una política de inmigración europea para reemplazar a la china iniciada en 1846, y se contratan ingenieros extranjeros, de ellos Malinowski junto con los franceses Emilio Chevalier y Carlos Farragut.

Malinowski arriba al Callao el 31 de octubre de 1852.

Podemos compendiar su obra de esta forma:

1. Su directa participación en el proyecto del ferrocarril Pisco-Ica.

2. Diseño y construcción de la línea de FF CC Pacasmayo-San Pedro de Lloc.

3. La continuación, San Pedro de Lloc-Guadalupe.

4. La formación en diciembre de 1852, de la Comisión Central de Ingenieros Civiles, más tarde Junta Central del Cuerpo de Ingenieros y Arquitectos del Estado, institución responsable de la mayor parte de las obras publicas diseñadas y ejecutadas en la segunda mitad del siglo XIX en el país.

5. Inicia el proyecto de una escuela de ingenieros que es culminada o puesta en ejecución en 1876 por otro polaco de grata recordación, don Eduardo J. de Habich, la Escuela de Construcciones Civiles y de Minas del Perú, hoy Universidad Nacional de Ingeniería.

6. Línea Calashique-Magdalena, considerada dentro de la línea del FF CC Pacasmayo-Cajamarca.

7. El ferrocarril Chimbote-Huaraz-Recuay, de vía angosta.

8. En 1859, presenta al gobierno de Castilla el proyecto del ferrocarril transandino. Ramón Castilla no dio prioridad a este proyecto; Malinowski no cejó en la idea y siguió presentando estudios al respecto en posteriores ocasiones.

9. En 1865, es encargado por el entonces ministro de guerra, José Gálvez, para dirigir las obras de defensa del Callao contra la escuadra española; comprendieron éstas una cadena de fortificaciones que sirvieron pare emplazar los cañones. Según relato de José Gálvez, acabados los trabajos de ingeniería, Malinowski se enroló en las filas peruanas pare luchar contra la escuadra española. El gobierno peruano lo incluye con sentido agradecimiento en la lista de los héroes "Vencedores del Dos de Mayo"; así consta del diario oficial El Peruano de 18 de mayo de 1866.

10. En 1869 trabaja nuevamente en la proyección del ferrocarril transandino que, partiendo del Callao, debía remontar los Andes y llegar hasta el valle de Jauja, como había propuesto Manuel Pardo en su Estudio sobre la provincia de Jauja, de 1859. Malinowski hizo el trazo preliminar, seleccionó la ruta por la quebrada del Rímac - descartando otras posibilidades- y preparó el presupuesto de las obras.

El estudio de Malinowski fue la base de la propuesta de construcción presentada por Enrique Meiggs, aprobada por el gobierno peruano en diciembre de ese año.


Nuestro biografiado resulta así ser el dueño del diseño que hizo posible la construcción del ferrocarril sin precedentes en el mundo, hasta bien entrado el siglo XX, por la altitud que alcanzó de 4758 msnm, amén de las severas e insospechadas dificultades geográficas que consigue sortear gracias a sus puentes y túneles en los primeros 141 Kms. de su recorrido hasta Chicla.

11. En 1889, ante una licencia concedida a Eduardo de Habich, director de la Escuela de Ingenieros, el gobierno le nombró director interino, de esta forma quedó la Escuela en sus manos por el tiempo que Habich cumpliera el restablecimiento de su salud en Europa. Malinowski ejerció el cargo hasta la vuelta del titular en 1890.

Durante la ocupación chilena se vio obligado a emigrar al Ecuador en 1880, y retornó en 1886. En 1888 es nombrado socio activo de la Sociedad Geográfica de Lima. En 1889 es elegido miembro activo de la Beneficencia Publica de Lima.

Don Ernest Malinowski, el Ingeniero de los Ferrocarriles, falleció en su casa de Lima el 2 de marzo de 1899.

Fuentes:

Internet:


Afiche y fotografías: Señor Elio Galessio. Album, Perú Tren:
http://www.perutren.org/portal/

Fotografía de E. Malinowsky. Wikipedia

Enlace externo:

Crónica del primer ferrocarril de carga y pasajeros:
http://harumalraschid.blogspot.com/2008/07/crnica-del-primer-ferrocarril-de-carga_18.html


domingo, 26 de abril de 2009

Resuena el toque de clarines


Rescate del olvido histórico





Lima, sábado 25 de abril; 2009. 11 horas. Casona de la Universidad de San Marcos.

Todo es evocador, lo son las hieráticas imágenes de rectores de la época colonial que observan severos desde sus cuadros; también el mobiliario, techos, paredes y pasadizos de esta casa de estudios fundada en 1551, merced a los esfuerzos del dominicano fray Tomás de San Martín, hasta el ambiente de austeros patios y bien cuidados jardines.

Tiene lugar, en el Salón de Grados, la ceremonia inaugural de la muestra fotográfica de documentos y retratos de un puñado de oficiales clases y soldados que entrado ya el siglo XX paliaba la avanzada vejez con peticiones de socorro, reconocimiento de sus servicios, la prueba testimonial de sus jefes y, de alguna otra forma, les dejase llegar el Gobierno alguna modesta pensión para terminar sus días en este suelo que los vio nacer y por el que enfrentaron al invasor, desde Tarapacá hasta Huamachuco.

En los documentos la comisión ad hoc, resuelve según resulta de las pruebas y registros.

[…] La muestra nos permitirá “conocer” y “escuchar” a estos combatientes, como un mensaje salido de la Historia para ser recogido por las generaciones del presente y el futuro […] concluye el investigador al finalizar la sencilla ceremonia…

Este es un esfuerzo que obedece al constante y cuidadoso estudio del doctor Alejandro Reyes Flores, docente de la Universidad Mayor de San Marcos y jefe de su Biblioteca. Experto investigador con aptitud e iniciativa; entregado desde hace más de un año entre viejos folios encontró un filón concentrado de expedientes que asegura haber llegado a los dos mil, en el Centro de Estudios Históricos Militares del Perú, correspondiente a ex combatientes, que en plena ancianidad, al promediar el siglo pasado sobrevivían las fatigas de la pasada guerra con las fatigas de la paz.

Un hallazgo de catorce retratos que resulta de una veintena de peticionarios; representan estos soldados peruanos un pequeño número, de aquellos muchos, que llegaron el fin de su valerosa existencia salvados del anonimato gracias a esta investigación.

Organizado en equipo y al frente de aquél, el doctor Reyes, congregó un grupo selecto de alumnos de la vieja universidad decana de América, al que se sumó la hija de nuestro investigador, quienes premunidos de solvencia técnica en informática, arte fotográfico, edición y museografía abrió, para asombro y reverente contemplación de quienes acudimos a la invitación, las puertas de la antigua capilla donde, adecuadamente dispuestos y por algo más de tres semanas, se exhibe la iconografía de esos soldados peruanos sacados a la luz, consecuencia del impulso investigador, con sentido de lo trascendente, al servicio del espíritu nacional mejor entendido.

Pasan revista estos combatientes:

1. Subteniente de infantería de la 4. compañía del batallón San Jerónimo, Esteban Inga Lizárraga, natural de San Jerónimo, Junín; presente en Huamachuco, 1º de julio de 1883.

2. Subteniente del batallón voluntarios de artillería 8 de Octubre N° 8, Vicente Pacussich Cortez, natural del Callao; presente en las jornadas de San Juan y Miraflores. 13 y 15 de enero de 1881.

3. Sargento 1. de la brigada de Artillería, Luis Aguirre Benavides, natural de Chorrillos; presente en San Juan y Miraflores.

4. Sargento 1. del batallón Cazadores de la Guardia No. 7; Cazadores del Cusco 5. de línea; primer y segundo escuadrón de Sama-Pachía, Rodolfo Lazo; presente en la batalla de Tacna. 26 de mayo de 1880 (Ver)

5. Sargento 1. del batallón Pachacamac, Juan Palomares Zárate, natural de Lurín en Lima; presente en la batalla de Miraflores.

6. Sargento 1. del escuadrón Flanqueadores de Tacna, Mariano Palza Córdova, natural de Tacna, presente en la batalla de Intiorco o Alto de la Alianza.

7. Sargento 1. de la Columna de Honor, Santos Quiroz Arana, natural de Cajamarca; presente en la batalla de San Pablo. 13 de julio de 1882.

8. Sargento 2. de Artillería de Montaña, Baltazar Santillán Sedamanos, natural de Chachapoyas, Amazonas; presente en San Juan y Miraflores.

9. Sargento 2. del batallón Junín N° 11 (Manco Cápac), Luis Orellana y Valverde, natural de Lima; presente en San Juan y Miraflores.

10. Sargento 2. del batallón Trujillo, Lizardo Pajares Muñoz, natural de Cajamarca; presente en San Pablo.

11. Cabo 1. de la 1. compañía del batallón Alianza, Manuel Pérez Martínez, natural de Huánuco; presente en las jornadas de San Francisco, San Juan, Miraflores, Pucará, Marcavalle y Huamachuco; respectivamente, 19 de noviembre de 1879; 13 y 15 de enero de 1881; 9 de julio de 1882.

12. Cabo 2. y cabo 1. del batallón San Jerónimo, Pedro Párraga, natural de San Jerónimo, Junín; presente en Concepción, (Ver) y Huamachuco.

13. Soldado de la 5. compañía del batallón Artesanos de Tacna, Pablo Ibarra; presente en el Morro de Arica. 7 de junio de 1880. (Ver)

14. Soldado voluntario de la 2. compañía del batallón Zepita, Basilio Oxa Ramírez, natural de Tarapacá; presente en San Francisco y Tarapacá; respectivamente 19 y 27 de noviembre de 1879.

15. Soldado del batallón Libertad N° 7, Ramón Palacios Robles, natural de Catacaos, Piura; presente en San Juan y Miraflores.

16. Soldado de la corbeta Unión y del Batallón de la Marina, Manuel Ovalle y Herrera, Natural de Piura; presente en el bloqueo de Arica; San Juan y Miraflores.

17. Soldado de batallón del Ejército de Reserva N° 4, Juan Paredes Sánchez, natural de Mollepata, La Libertad; presente en San Juan y Miraflores.

18. Soldado del batallón Lima N° 8, de la división Vanguardia, Francisco Ynguil; presente en San Francisco, Tarapacá, Alto de la Alianza, San Juan y Miraflores.

19. Soldado de la compañía del batallón Guardias de Arequipa, Manuel Quispe; presente en Tarapacá.

20. Soldado del escuadrón Huáscar y Sargento 1. del batallón Grau, Francisco Pinazo Ortiz, natural de Chucuito, Puno; presente en la defensa del puerto de Ilo, acción de Los Ángeles, 22 de marzo de 1880; San Francisco, San Juan, Miraflores, Pucará, Concepción y Huamachuco. Retrato con que se exornan el prospecto y afiches del evento.


Se le ha llamado a esta primera exposición: Rostros y Testimonios de Venerables Sobrevivientes de la Guerra del Pacífico (1879 – 1883)

Responde este mensaje al póstumo tributo a estos soldados peruanos, procedentes de diversas regiones de nuestro vasto suelo, que descansan hace mucho en la paz de la sepultura.


Uno de los patios de la casona

Vínculos externos:

http://harumalraschid.blogspot.com/2008/01/la-batalla-de-tacna.html
http://harumalraschid.blogspot.com/2008/04/resistencia-y-asalto-concepcin.html
http://harumalraschid.blogspot.com/2007/06/una-casa-de-la-calle-de-afligidos.html