martes, 17 de octubre de 2006

Tienta de utreras

Respuesta a Los del Jaral

Señor de Noblecilla, entrañable marqués y amigo:

Por estos días, de luto y congoja, noticias como la vuestra son linimento y cura para los males. Vaya yo a saberlo y sentirlo. No tengo en mi haber mejores informes que aquellos de la valiente prueba de los jaeneros de nuestra amada Andalucía dando muestras de su coraje sobre los franceses; siempre lo fueron, tanto osados como valientes, no en vano reza el refrán: "Para los toros del Jaral, los caballos de allí mismo" si de alguna forma debemos entender a nuestro pueblo será respetando sus tradiciones. ¿¡Que no se les permita un encierro!?, ¿¡Que quiera limitárseles a esos duros aldeanos de las Alpujarras la dicha de los capotes!? Inconcebible señor mío.

La avanzadilla del general Ballaird, que es la que me aseguran se aventuró por Jaén y alrededores, se hizo presente por Badajoz con dirección a tierras lusitanas, va ya para un mes y ahora me explico la cautela con que lo hizo. Se tiene conocimiento que guerrilleros a las órdenes del tan buscado Juan Martín le habían tendido una emboscada por los desfiladeros de Despeñaperros en Sierra Morena con fuertes bajas para ese invasor. - Dieu le mien, ces paysans terribles!

Por noticias de los sucesos de Bayona, traídas entre tropezones y ocultamientos, he podido conocer que su majestad Fernando, ahora prisionero en Valençy, pasa sus larguísimos días ocupado como siempre con las agujas del crochet dándole a la calceta. ¡Regia ocupación! Que si alguien lo hace mejor, nadie como él. No creo que sea desconocido para Vd. que las cartas de don Manuel Godoy, el defenestrado favorito del rey Carlos IV, son las que me tienen al tanto de estos detalles, gracias a la vieja amistad que nos acerca.

También tengo por conocido que no deja de preocupar a su majestad menudo asunto, aquel de los movimientos del pueblo en su ausencia. Me lo han asegurado, y claro que el motivo de preocupación para tan excelsa persona lo tiene que ser también para nosotros, como que los grandes de España y los primos del rey, sentimos igual desasosiego, no tanto por la presencia francesa, que sí por las llamadas juntas generales, que a la sola insinuación de algún alzado se están formando en todos los pueblos. ¡Pretextos, amigo mío, únicamente pretextos! Pero también por la de aquellos diputados a las Cortes de Cádiz, venidos desde las provincias de ultramar, que los hay del Perú, de Nueva Granada, de Charcas, de La Plata, de Nueva España, con propósitos que para nuestros caros intereses nada bueno habrán de aportar, téngalo Vd. por seguro.

Pero es que el desgobierno y la anarquía, con las que el cielo ha querido castigarnos, no pueden ni podrán evitar al usurpador José I, por más bandos y fusilamientos que se proponga disponer desde Madrid, la justa reacción del pueblo. Este Bonaparte, no sólo es un intruso en nuestra tierra donde con desenfado apoya socarronamente las libertades constitucionales de los reformistas y que algunos aprovechan, sino, que los viejos y bien surtidos lagares de palacio corren peligro de secarse por el inmoderado gasto que hace del buen vino que allí se almacena; amén, como si fuera poco, por pretender secularizar aquella novedad que se la ha inventado de los tendidos de sombra, que por contraparte se deduce haberlos de sol, y este mandato para todas las plazas del reino. ¡Qué desfachatez!

Los liberales, sobre todo los que vienen de ultramar, han terminado por acaparar los principales cargos en las asambleas gaditanas, apoyadas, claro está, por los afrancesados sin disimulo alguno; se asegura que aquella chusma está dispuesta a votar una Constitución tan libérrima como le cuadra a los tiempos. Libertades e igualdades, ¡Qué va! ¡Váyase a saber el esperpento que de allí saldrá!. El cautiverio de sus majestades en tierras vascas, allende los Pirineos, muchas calamidades puede acaecer para España si se prolonga en demasía.

Pero permitidme, muy querido marqués, daros buenas noticias, que también las hay en medio de este embrollo. Preparándonos a la feria del veinticuatro de junio, como acostumbramos los pacenses, he podido, gracias a Dios, reunir las mejores utreras de mi dehesa y llevarlas al tentadero. Recuerdo que hace algunos años tuve la fortuna de teneros como invitado, entonces pudimos alternar con muleta y capote durante todo una semana, y apuramos los tintos jerezanos que tanto gustan a Vd.

Por las restricciones habidas con los pastos, ocupados por las caballadas de las tropas gabachas, bastante estropicio y escasez estamos pasando, pero no lo suficiente para no atender con la pastura necesaria para nuestras reses bravas y cumplir los cometidos legados de nuestros mayores, que fama les asiste habernos formado entre los buenos ganaderos de estas tierras extremeñas. Mi anciano padre aún se da maña para dejar menuda protesta por asunto que no le cuadra en materia de crianza de reses que ataña a la defensa de su divisa. Severo censor el mío que no abandona las faenas del campo, y como cualquier mozalbete cabalga desde temprano arreando reses, con sus peones, desde los pastos a los abrevaderos. Bueno, Vd. lo conoce.

Algunos importantes invitados, de ellos los señores de Villanueva, vuestros parientes y vecinos de Cáceres, deseaban espectar, notablemente nerviosos, a su hijo, vuestro sobrino, el gallardo condecito Ramiro, quien, como cuadra a los novilleros tuvo su oportunidad con el capote, la muleta y una vaquilla. Notables comarcanos asistieron a la consabida tienta. ¡Qué va! El sol, el buen vino y la campiña saben disimular la guerra y todas las calamidades. Bendito sea nuestro suelo.

El joven Ramiro, quien apenas supera los dieciocho abriles, me había solicitado la primera utrera, para el día inaugural. Se la concedí gustoso, dado que a su natural compostura, desenvuelta y segura, se le agrega al mozuelo un talento especial para descubrir la nobleza, bravura y aquellas virtudes que buscamos los ganaderos en las novillas, especialmente utreras, futuras vacas madres con miras a nuestros sementales. Los lances que supo aplicar y su particular destreza nos han permitido observar las condiciones valiosas que anhelamos en nuestro ganado.

La primera que le salió de corrales, una bragada astifina, bellamente armada, buscó alegre los medios a la cita del mozuelo, quien, usando de algunos sencillos lances la llevó al picador. Había que probar su bravura. Percibido jinete y caballo, acudió la hembra arrancándose en largo, y así lo hizo una y otra vez, ausente a los puyazos o pese a ellos; ignoraba la garrocha que la hería sin amenguar su embestida; certificando con esto la casta firme de que estaba dotada, condición importante para engendrar becerros. ¡Bravura amigo, bravura!

Ya colocada en suerte la novilla, nuestro futuro espada fue a su encuentro muy quedo, paso a paso, luciendo un novísimo lance, tan elegante como temerario y que algunos suelen llamarle De frente, por detrás, que tiene de expectante como de pinturero, aprecie Vd.: Con la capa a la espalda le presentó el vuelo por un lado, estando la novilla frente al novillero, luego le cargó la suerte llegado a su jurisdicción para entonces embarcarla en la capa y llevarla toreando con remate hacia fuera, al tiempo que se dio vuelta para, de nuevo, presentarle la tela por el otro lado; así, repitió la suerte las veces que consideró oportuno. Aquí, un desplante. Nuevamente, esta vez con la muleta, en los límites del terreno de la hembra, nuestro jovenzuelo esperó y se dispuso por naturales... estoy seguro que los señores de Villanueva, pese a que quisieran alejar a su hijo de estos afanes, tendrán que habituarse más tarde con un futuro torero que tiene para famoso con mucha facilidad. La condesa mordiscando un pañuelo mal disimulaba su angustia de madre; el conde, atildado y sereno no perdía el trasteo de su hijo.

El condecito quiso ahondar aún más y a las veces que citó acudió pronta la bragada, todo esto en medio del obligado silencio del tentadero, pues sabido es que así lo tengo dispuesto por experiencia de ganadero, con lo fácil que cualquier ruido distrae a las novillas. En esto hay rigor y mucho cuidado. Hasta aquí puedo informaros que tratándose de acometida, búsqueda del engaño, ausencia de brusquedad y marcada codicia, fueron anotados por atributos notables los de aquella hembra, -en registros con el 97- Beltranita. Del lote aquél pocas novillas fueron descartadas, el resto pasó la estima.

Con este breve anuncio tenga Vd. conocimiento, apreciado marqués, de las calidades con que se estrenó, en la tienta de utreras, aquel joven sobrino suyo.

La familia estuvo alojada con nosotros hasta fines de mes. Con algo de cuidado por la situación nos dimos tiempo y, como es tradición, fuimos de montería en busca de perdices y ciervos de los que dimos cuenta.

Hasta aquí llego, amigo mío, me alegra reiterar que durante las festividades pude escoger para madres valiosas hembras que en su momento, de seguro, habrán de parir tan bravos ejemplares como aquellos del Jaral de tan grata recordación y que han dado que hablar por la región. Por estos tiempos el postillón no viene con la regularidad de antes, es posible que esta carta llegue a Vd. con notable retrazo, añadido al que me ha tomado contestaros.

Salúdalo afectuosísimo, vuestro amigo y seguro servidor.

En Badajoz, a los 16 días de agosto del año de 1809.

(Fdo. -) El conde de la Montería

Al señor marqués de Noblecilla y Villanueva, don Felipe Baldetaro e Hinojosa.

Jaén

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